Publicado: 20/08/2025
Introducción: La agrobiodiversidad comprende especies vegetales, animales y microorganismos recolectados, cultivados y domesticados por el humano. Desempeña un papel clave en la alimentación y la salud de adultos que viven en regiones rurales, los cuales contribuyen a su conservación, mediante la transmisión biocultural de generación en generación. Dicha diversidad se está perdiendo y podría afectar el acceso, la calidad y el consumo de los alimentos en la población adulta rural. Objetivo. Mostrar evidencia sobre la relación entre agrobiodiversidad y consumo de alimentos en adultos que residen en la ruralidad. Materiales y métodos. Se realizó una revisión sistemática siguiendo los lineamientos PRISMA. Se consultaron las bases de datos: PubMed, Web of Science, Scopus, EBSCO y ProQuest, para seleccionar estudios originales publicados entre 2009 y 2025 que incluyeran las variables: agrobiodiversidad, consumo, población adulta y ruralidad. Resultados. Se identificaron 2662 estudios, de estos, catorce cumplieron los criterios de inclusión, diez se centraron en la participación de las mujeres y cuatro consideraron a jefes de hogar de ambos sexos. Nueve estudios incluyeron poblaciones indígenas y cuatro a población mestiza. Factores como la diversidad de especies principalmente vegetales se relacionaron con el consumo de alimentos además de educación, ingresos, sexo del jefe de hogar, edad, estacionalidad y acceso a mercados. Conclusiones. La agrobiodiversidad favorece al consumo de alimentos saludables en regiones rurales, principalmente en grupos de adultos vulnerables como mujeres e indígenas. Se resalta la necesidad de revalorar y promover la preservación de la agrobiodiversidad que favorezca el consumo saludable en la población rural. Arch Latinoam Nutr 2025; 75(3): 209-221.
Palabras clave: Alimentación, consumo, agrobiodiversidad, ruralidad, adultos.
Introduction: Agrobiodiversity includes plant species, animals and microorganisms collected, cultivated and domesticated by humans. It had a key role in adult´s diet and health in rural regions that contribute to their conservation across bio cultural transmission from generation to generation. The ongoing loss of agrobiodiversity may negatively impact food access, nutritional quality, and consumption patterns among rural populations. Objective. To show evidence of the relationship between agrobiodiversity and food consumption in adults living in rural areas. Materials and Methods. A systematic review was conducted following PRISMA guidelines. The databases PubMed, Web of Science, Scopus, EBSCO, and ProQuest were consulted to select original studies published between 2009 and 2025 that included the variables agrobiodiversity, food consumption, adult population, and rural communities. Results. A total of 2662 studies were identified, fourteen with inclusion criteria; ten studies focused on women's participation, while four considered heads of households of both sexes. Nine studies included indigenous populations, while four involved mestizo populations. Factors such as diversity of plant species had related to food consumption besides that education, income, sex of the head of household, age, seasonality and access to markets. Conclusions. Agrobiodiversity supports consumption of foods in rural regions, mainly benefiting vulnerable groups such as women and indigenous people. There is a need to reassess and promote preservation of agrobiodiversity and healthy consumption among rural populations. Arch Latinoam Nutr 2025; 75(3): 209-221.
Keywords: Food consumption, agrobiodiversity, rurality, adults.
https://doi.org/10.37527/2025.75.3.006
Autor para la correspondencia: Mónica Navarro-Meza, e-mail: [email protected]
La agrobiodiversidad comprende la variedad de especies vegetales, animales y microorganismos recolectados, cultivados y domesticados para el consumo de los alimentos, la medicina y la obtención de materias primas (1,2); su origen se basa en el conocimiento, conservación y manejo de la diversidad biológica desarrollado y transmitido por comunidades rurales de manera transgeneracional (3). Desde una perspectiva del consumo de alimentos, contribuye a una alimentación variada y saludable, lo que ayuda a prevenir enfermedades crónicas como la diabetes y alteraciones cardiovasculares y contribuye a una mejor calidad de vida (1,4).
En el ámbito ecológico, favorece la resiliencia agrícola al proveer de un gran acervo genético que permite mitigar el impacto de variaciones climáticas, plagas y enfermedades, lo que promueve la estabilidad de los ecosistemas y reduce la dependencia de insumos químicos, ofreciendo así alternativas sustentables para la producción y consumo de alimentos de la población humana en regiones rurales (1,5,6).
Desde una perspectiva socioeconómica, favorece la soberanía alimentaria y la autonomía de comunidades rurales mediante la conservación de prácticas agrícolas tradicionales y el uso de semillas locales. Además, el comercio y consumo de productos locales, genera oportunidades económicas y mejora la calidad de vida en regiones rurales (1,2,7).
A pesar de dichos beneficios la agrobiodiversidad disminuye a un ritmo acelerado debido a factores como: el desarrollo económico, las políticas públicas, el cambio climático, la intensificación de la agroindustria y los cambios en los patrones alimentarios, cuya tendencia es hacia el aumento del consumo de alimentos ultra procesados y una disminución en el consumo de alimentos locales, reduciendo la producción y recolección de alimentos nativos. Esto compromete la diversidad agrícola en regiones rurales y pone en riesgo la soberanía alimentaria, lo cual es fundamental para asegurar un consumo adecuado de alimentos (8,9).
Estudios recientes advierten sobre la vulnerabilidad de los sistemas alimentarios ante el consumo de alimentos y la presión de los mercados globales, lo que resalta la necesidad de generar conocimiento aplicado que fortalezca la seguridad alimentaria y la soberanía de las comunidades rurales y por consecuencia un consumo de alimentos saludables (1,2,10). En este contexto, la presente revisión sistemática tiene como objetivo mostrar evidencia acerca de la relación entre la agrobiodiversidad y el consumo de alimentos en adultos que residen en regiones rurales.
Se elaboró el protocolo conforme a los lineamientos establecidos por la guía Preferred Reporting Items for Systematic Reviews and Meta-Analysis (PRISMA) (11). Se realizó su registro en la plataforma para el registro prospectivo de revisiones sistemáticas (PROSPERO), con el propósito de evitar duplicaciones y reducir sesgos. Posterior a documentar las características principales del estudio, se obtuvo el registro con el número: ID = CRD42023406582.
Se incluyeron estudios que: a) evaluaron la relación entre agrobiodiversidad y alimentación: consumo, diversidad dietética; b) fueran realizados en regiones rurales; c) contaran con una muestra integrada por población adulta; d) correspondieran a estudios originales; e) estuvieran escritos en español, inglés o portugués; f) hubieran sido publicados dentro del periodo de 2009 a 2025.
Se excluyeron estudios que: a) no incorporaran alguna de las variables de interés; b) se realizaran en entornos no rurales; c) incluyeran a participantes que no sean población adulta; d) correspondieran a meta-análisis, revisiones sistemáticas y revisiones de literatura; e) integraran a población con alguna condición patológica; f) fueran estudios narrativos, tesis, libros, protocolos de investigación, cartas al editor y carteles.
La búsqueda se realizó en las bases de datos: PubMed, Web of Science, Scopus, EBSCO y ProQuest. La estrategia de búsqueda se estructuró en dos etapas: primero, se definieron los términos relacionados con las variables de interés; posteriormente, estos términos fueron consultados en los Descriptores en Ciencias de la Salud de la Organización Panamericana de la Salud/ Organización Mundial de la Salud, los Encabezados de Términos Médicos de la Biblioteca Nacional de Medicina de Estados Unidos y los tesauros de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO). Algunos términos incluidos en la búsqueda fueron “food consumption”, “agrobiodiversity”, “adult population”, “rural region". Este estudio se realizó entre el 11 de marzo de 2023, fecha en la que se registró el protocolo en PROSPERO, y el 5 de marzo de 2025, cuando se realizó la última actualización de la búsqueda bibliográfica y la elaboración del reporte final; este periodo cubrió la planificación, búsqueda, selección, extracción, síntesis y escritura de este estudio.
Los artículos identificados fueron importados al gestor de referencias Zotero, para el análisis y eliminación de duplicados. Posteriormente, se organizaron mediante la herramienta Rayyan: AI-Powered Systematic Review Management Platform lo que permitió a dos revisores (MMV y NMS) evaluar de forma independiente los títulos y resúmenes. Las discrepancias se discutieron y, cuando fue necesario, se incluyó la opinión de un tercer revisor (MNM) para determinar los estudios que se incluirían en esta revisión sistemática.
Se evaluó el riesgo de sesgo de forma independiente (MMV y NMS) y se incluyó un tercer punto de vista (MNM) para dirimir las discrepancias, utilizando como referencia una herramienta de puntuación del rigor metodológico (12), diseñada para evaluar la confiabilidad de los resultados en estudios empíricos con datos heterogéneos.
Se identificaron 2662 estudios en la búsqueda inicial, de los que se eliminaron 560 por ser duplicados, lo que dejó 2102 estudios para la evaluación. Después de revisar título y resumen, 120 estudios cumplieron con los criterios de inclusión, de los cuales se recuperaron 116 a texto completo, en tanto que cuatro no fueron accesibles. Tras la lectura completa de los estudios, 14 fueron incluidos en la revisión sistemática; este proceso se detalla en la Figura 1. Las características de los estudios se presentan en la Tabla 1, mientras que la síntesis de resultados, se presentan en los párrafos subsecuentes.
Se incluyeron estudios que abordaran términos relacionados con la agrobiodiversidad. Tres investigaciones (13–15) incluyeron la agrobiodiversidad y la definieron como la variedad y variabilidad de plantas, animales y microorganismos a nivel genético, de especies y de ecosistemas disponibles para la alimentación. Otros estudios utilizaron términos como: biodiversidad agrícola (16) para referirse a la variedad de especies alimenticias disponibles en un ecosistema; biodiversidad alimentaria (17) para incluir especies comestibles cultivadas y silvestres; diversidad agrícola (18,19) para describir los recursos alimentarios disponibles en los hogares y diversidad de cultivos (20) enfocada en especies vegetales cultivadas.
Otros estudios evaluaron el uso de plantas silvestres comestibles (21), alimentos forestales (22), y la biodiversidad de plantas comestibles cultivadas y recolectadas (23). Otros términos incluyen alimentos tradicionales (24), plantas alimenticias no convencionales (25) y agricultura de subsistencia (26) referida a cultivos destinados al autoconsumo.
En relación con la variable alimentación, se incluyeron estudios que abordaran la variedad de alimentos incluidos en una dieta. Ocho investigaciones evaluaron la diversidad dietética en mujeres (14–16,18,20,21,23,24), mientras que cuatro abordaron la diversidad dietética del hogar (13,19,22,26), definida como la capacidad de adquirir alimentos de calidad y cantidad suficientes para satisfacer los requisitos nutricionales de los miembros del hogar para una vida productiva. Otro estudio empleó el término ingesta alimentaria (17) para referirse a la variedad de alimentos consumidos por un grupo poblacional; mientras que en el estudio de Rahayu et al. (25) se exploró la frecuencia de consumo de plantas no convencionales.
Los estudios mostraron una relación consistente entre la agrobiodiversidad y el consumo de alimentos a nivel de los hogares como de las mujeres. En Uganda y Malawi, el aumento en la diversidad de cultivos y especies cultivadas se correlacionó positivamente con la diversidad dietética de las mujeres (14,20). En Burkina Faso, la inclusión de árboles agroforestales favoreció la diversidad del consumo alimentario en las mujeres (16).
En Ecuador, la diversidad agrícola se asoció con una mayor variedad alimentaria, pero su impacto fue menor que el de la educación y los ingresos familiares (18). Este planteamiento se reforzó con el estudio de Gitagia et al. (15) en Kenia, quienes no encontraron una diferencia significativa en la diversidad dietética entre las mujeres de zonas de bajo y alto potencial agrícola; en cambio, las mujeres con mayor nivel educativo y aquellas de hogares encabezados por hombres tenían más probabilidades de tener una dieta diversa. De manera similar, el estudio realizado por Pascual-Mendoza et al.
(23) no encontró una correlación significativa entre la biodiversidad de plantas comestibles y la diversidad dietética en las mujeres zapotecas en México, mientras que la edad, la escolaridad y la estacionalidad tuvieron un papel más importante en este contexto.
En Tanzania, la estacionalidad afectó significativamente el consumo de alimentos, con menor uso de alimentos silvestres en la temporada de lluvias (17). Por otra parte, el estudio de O'Meara et al. (19) en Fiji mostró que los hogares con menor diversidad dietética tienden a una menor diversidad agrícola, mientras que los hogares con más de seis ocupantes o que compraban alimentos frecuentemente presentaban una mayor diversidad dietética. En Perú encontraron que la reducción de la agrobiodiversidad entre 2000 y 2015 llevó a una menor diversidad dietética en los hogares, con mayor dependencia de alimentos comprados en mercados (13).
Por otro lado, en Benín se observó que el consumo de plantas silvestres comestibles mejoraba significativamente la diversidad dietética de las mujeres; además, permitieron compensar la falta de alimentos durante períodos de escasez (21). A pesar de sus beneficios, las barreras para su uso incluyen la falta de identidad cultural con estos alimentos, su alta perecibilidad y los tiempos prolongados de cocción. En esta línea, el estudio de Fungo et al. (22) en Camerún, República Democrática del Congo y Gabón, reportó una correlación positiva entre el consumo de alimentos forestales y la diversidad dietética del hogar, así como con la variedad alimentaria.
Por su parte, Rahayu et al. (25) reportaron que 56% de los encuestados en un área rural de Java Occidental, Indonesia, tenía un consumo moderado (2-3 veces a la semana) de plantas alimenticias no convencionales; además, el conocimiento sobre estas plantas se asoció con la frecuencia de su consumo. Pese a esto, 92% señalaron que su consumo ha disminuido en comparación con el pasado, mientras que la percepción de baja disponibilidad y desconocimiento de su uso, se mencionaron como las principales razones de la tendencia a la baja.
En Etiopía, se observó que la agricultura de subsistencia sigue siendo la principal fuente de alimentos para los hogares rurales, representando el 58% de las calorías consumidas. A pesar de esto, el 42% de las calorías consumidas provenían de alimentos comprados en el mercado, lo que resalta la importancia de combinar la producción propia con el acceso a alimentos comerciales (26).
Finalmente, el estudio de Penafiel et al. (24) señaló que los alimentos tradicionales proporcionaron más del 38% del aporte energético en las dietas de las mujeres indígenas de Ecuador. Estos alimentos, obtenidos localmente o en hábitats naturales, fueron clave para mejorar la ingesta de macronutrientes y micronutrientes, aunque también se observó que el consumo de frutas y verduras fue inferior a las recomendaciones para prevenir enfermedades crónicas.
Respecto a la distribución geográfica de los estudios seleccionados, se realizaron principalmente en África (Benín, Uganda, Etiopía, Malawi, Kenia, Tanzania, Burkina Faso, Gabón, República Democrática del Congo y Camerún), seguido de América Latina (Perú, México, Ecuador), Asia (Indonesia) y Oceanía (Fiji). De acuerdo con la clasificación del Banco Mundial (27), cinco países son de ingresos bajos (Uganda, Etiopía, Malawi y Burkina Faso, República Democrática del Congo); cinco de ingresos medio-bajos (Benín, Kenia, Tanzania, Indonesia, Camerún) y cinco como de ingresos medio-altos (Fiji, Perú, México, Ecuador, Gabón).
En relación con la metodología, siete estudios adoptaron un enfoque cuantitativo con diseño transversal (15,18–21,24,25); cuatro fueron longitudinales (16,17,23,26). Mientras que dos emplearon métodos mixtos (13,22). El estudio de Ekesa et al. (14) empleó un diseño cuantitativo con muestreo multietápico.
Respecto a las características de la muestra, ocho estudios emplearon muestras compuestas exclusivamente por mujeres (14,15,18,21–25); dos recabaron datos a nivel de hogares, pero centraron sus análisis en la dieta de mujeres (16,20). El resto de estudios recabaron información de los integrantes de los hogares, quienes incorporaban las prácticas de agrobiodiversidad y alimentación (13,17,19,26). El tamaño de muestra de cada estudio varió considerablemente, desde 10.322 hogares en Etiopía (26), lo que permitió un análisis a gran escala, hasta estudios más focalizados como el de Pascual- Mendoza et al. (23) que analizó la alimentación de 78 mujeres zapotecas en México.
Por otra parte, se observó que la agrobiodiversidad está estrechamente relacionada con la presencia de grupos indígenas, quienes la integran en su alimentación tradicional. Esto se observa en varios de los estudios que integran la presente revisión, como se detalla a continuación.
Nueve estudios se realizaron en comunidades indígenas de cuatro continentes. En África, se identificaron los Holli en Benín (21), Acholi y Teso en Uganda (14), Chichewa y Chitumbuka en Malawi (20). En América Latina, se incluyeron comunidades indígenas de Perú (13), mujeres zapotecas en México (23), Kichwa (18) e indígenas de la parroquia de Guasaganda (24) en Ecuador. En Asia, se incluyó a la comunidad Orang Sunda de Indonesia (25); mientras que en Oceanía se incluyó a los iTaukei en Fiji (19).
Respecto a los instrumentos empleados, se observó que la agrobiodiversidad se evaluó de forma heterogénea mediante entrevistas, encuestas estructuradas y conteo de especies, lo que permitió calcular indicadores como Diversidad de cultivos (20), Riqueza de especies vegetales (23), Puntaje de diversidad de producción (16); Índice de Agrobiodiversidad (13), el número total de especies (14); la Diversidad de producción agrícola (18), el Índice de Shannon-Wiener (15); el Índice de Biodiversidad Doméstica (19). Otros estudios analizaron, el Puntaje de Diversidad de Alimentos Tradicionales (24), el promedio de alimentos consumidos (17); las fuentes alimentarias (26); la contribución de las Plantas silvestres comestibles a la ingesta de nutrientes (21); la clasificación de las Plantas alimenticias no convencionales, según partes comestibles y modos de preparación (25) y la diversidad de Alimentos silvestres forestales (22).
Por otro lado, para evaluar el consumo de los alimentos, once estudios utilizaron el recordatorio dietético de 24 horas, un método estructurado que recoge información sobre cantidad, tipo, preparación y horarios de ingesta de alimentos y bebidas. Con la información obtenida, se calcularon indicadores como la Puntuación de Diversidad Dietética de las Mujeres (16,21,23), la Diversidad dietética del hogar (DDH) (13,19); la Diversidad Dietética Mínima (14) y la Diversidad Dietética Mínima de las Mujeres (15,18); el Índice de Diversidad Dietética Individual (20); la Riqueza de especies dietéticas (24); el Promedio de alimentos consumidos (17). Además, Fungo et al. (22) emplearon un instrumento de frecuencia de consumo de alimentos de siete días para calcular la DDH, mientras que Sibhatu y Qaim (26) utilizaron la Encuesta de Consumo y Gasto de los Hogares de Etiopía para calcular la DDH. Rahayu et al. (25) aplicó un Cuestionario de Frecuencia de Consumo de Alimentos para evaluar prácticas con Plantas alimenticias no convencionales.
Todos los artículos recibieron puntajes consistentes (4, bueno) en título y resumen, introducción y objetivos, método y datos (Tabla 2). No obstante, se identificó un ligero riesgo de sesgo en las secciones de muestreo y análisis de datos, con puntuaciones de 3 (regular), lo que podría indicar limitaciones en la representatividad de las muestras o en análisis estadístico. Respecto a la generalización de resultados, salvo los estudios de Gitagia et al. (15) y Melby et al. (18), con puntuaciones de 4, el resto de estudios obtuvieron puntuaciones de 3, lo que indica que los hallazgos pueden tener ligeras limitaciones para aplicarse a otros contextos. Finalmente, las implicaciones y la utilidad de los estudios fueron valoradas de forma positiva, con puntuaciones de 4 en la mayoría de los estudios. Esto indica que aunque algunos estudios pudieran tener limitaciones metodológicas, sus contribuciones a la comprensión de la agrobiodiversidad y el consumo de alimentos en regiones rurales, son significativas para futuras investigaciones.
El objetivo de esta revisión sistemática fue mostrar la evidencia sobre la relación entre agrobiodiversidad y consumo de alimentos en regiones rurales. Una de las principales características fue que los estudios se ubicaron en regiones tropicales y subtropicales, marcada por la alternancia entre estaciones lluviosas y secas, lo que favorece la agrobiodiversidad (1,28). Sin embargo, en los últimos años, estas zonas enfrentan cambios en los patrones de lluvia y en la fertilidad de los suelos debido al cambio climático, lo que impacta en la producción de alimentos y por consecuencia en su consumo por parte de la población que reside en estas zonas (29,30).
Otro aspecto relevante es que los estudios se realizaron en países calificados por el Banco Mundial (27) como de ingresos bajos, ingresos medio-bajos e ingresos medio-altos, que también son conocidos como países en desarrollo (31) o del Sur Global (32).
La agrobiodiversidad en dichos países es fundamental en el consumo de alimentos, pues sus comunidades dependen en gran medida de la producción local.
Por otro lado, en los países de ingresos medio-altos, como Fiji, México, Perú y Ecuador, la diversificación de sus economías ha propiciado tensiones entre las prácticas agrícolas tradicionales y la industrialización alimentaria, lo que conduce a la pérdida de biodiversidad, homogenización de las dietas y estandarización de los procesos de transformación alimentaria (32,33). Así también, existen plantas alimenticias no convencionales (PANC) en regiones rurales, las cuales presentan propiedades nutricionales y benéficas para la salud, sin embargo, se excluyen de los hábitos y sistemas alimentarios tradicionales, por lo que se propone valorar y recuperar la alimentación tradicional para la seguridad alimentaria y nutricional de la población rural (44).
Popkin y Reardon (34) plantean que dichos cambios propician un incremento en el consumo de alimentos de baja densidad nutricional. Sobre esto, Baker et al. (35) apuntan que, a medida que los países enriquecen, la población tiende a aumentar el consumo de alimentos ultra procesados. Este panorama subraya la importancia de preservar e incentivar las prácticas tradicionales agrícolas, tanto para mantener la diversidad alimentaria, como para enfrentar desafíos como el cambio climático y los problemas de salud derivados de una alimentación inadecuada e insuficiente (36).
De los estudios analizados, ocho fueron exclusivamente en mujeres; mientras que dos estudios recopilaron datos a nivel de los hogares, pero centraron sus análisis en la dieta de las mujeres. El enfoque en esta población responde a dos razones:
Además, nueve estudios destacaron el papel de los grupos étnicos en la conservación de la agrobiodiversidad y la diversidad dietética que impacta en el consumo de alimentos. Así, en regiones con población indígena como en Indonesia (Orang Sunda) (25); Malawi (Chichewa y Chitumbuka) (20); Uganda, (Acholi y Teso) (14); Benín (Holli) (21); Ecuador (Kichwa) (18) y la población indígena de la parroquia de Guasaganda (24), las prácticas alimentarias tradicionales como la diversidad de cultivos, la recolección de plantas silvestres comestibles y el consumo de alimentos tradicionales contribuyeron a una dieta variada. Sobre lo anterior, Zimmerer et al. (1) señalan que la agrobiodiversidad está arraigada a los sistemas alimentarios indígenas y los pequeños productores, por lo que es fundamental impulsar políticas públicas que fomenten la preservación de sus prácticas productivas y dietas tradicionales (37).
Por otro lado, la relación entre la jefatura del hogar, género y diversidad alimentaria en contextos indígenas y rurales está mediada por roles tradicionales, estructuras sociales y desigualdades persistentes. En comunidades indígenas, las mujeres son depositarias del conocimiento sobre la biodiversidad alimentaria local y desempeñan un papel central en la producción, recolección y preparación de alimentos. No obstante, enfrentan múltiples niveles de discriminación que limitan su acceso a recursos, toma de decisiones y reconocimiento como líderes de hogar, lo que afecta directamente la diversidad de la dieta familiar; a pesar de estos desafíos, cuando las mujeres indígenas son empoderadas mediante enfoques de género transformativos se reconoce su rol en la gestión alimentaria del hogar, se observa una mejora significativa en la seguridad alimentaria y la diversidad dietética. Así, la jefatura femenina en hogares indígenas puede constituirse en un factor clave para la resiliencia alimentaria, siempre que se acompañe de condiciones estructurales que reconozcan sus derechos y conocimientos ancestrales (37).
Los beneficios de la agrobiodiversidad en el consumo de alimentos en la población humana que vive en zonas rurales se evidencian en ocho estudios que mostraron una relación consistente entre la agrobiodiversidad y la diversidad de la dieta (14–16,18,20,21,23,24). Lo anterior resalta que la preservación de la agrobiodiversidad en contextos rurales y en comunidades vulnerables tiene el potencial de proporcionar un suministro sostenible de alimentos, lo que contribuye a la seguridad alimentaria de los hogares (1,38,39).
Aunque la relación entre agrobiodiversidad y el consumo de alimentos es consistente, el resto de estudios indican que esta conexión está mediada por factores socioeconómicos, demográficos y ambientales. Entre ellos, se incluyen aspectos como la educación y los ingresos familiares (18); hogares encabezados por hombres (15); la edad y la estacionalidad (17,23) así como el acceso a los mercados (13,19).
Estos hallazgos coinciden con investigaciones previas que señalan que la escolaridad y el nivel socioeconómico se asocian con dietas más saludables (40), mientras que la disponibilidad de alimentos varía según la temporada agrícola, con una menor diversidad alimentaria en temporada de lluvias (41). Por otra parte Muthini et al.
(42) señala que la mejora en el acceso e infraestructura de los mercados, puede mejorar la calidad dietética de las personas.
En suma, aunque la agrobiodiversidad favorece la disponibilidad de alimentos, su influencia en el consumo alimentario está condicionado por factores contextuales. Esto se debe a que la alimentación es un fenómeno complejo, influenciado por la cultura, la economía, la disponibilidad de alimentos, las preferencias, los contextos sociales e, incluso, el estado de ánimo de las personas (43). Por ello, es crucial que las intervenciones y las políticas públicas consideren estos elementos para promover la seguridad alimentaria y en consecuencia un consumo de calidad en la población rural, además de la sostenibilidad ambiental, particularmente en países del Sur Global con población indígena.
La agrobiodiversidad contribuye al consumo de alimentos en la población adulta que vive en zonas rurales, especialmente en habitantes vulnerables, como es el caso de mujeres e indígenas. Sin embargo, esta relación se ve afectada por factores socioeconómicos y contextuales como la educación, los ingresos familiares, la estacionalidad y el acceso a mercados.
Se sugiere que la preservación y la revitalización de las prácticas agrícolas tradicionales, en conjunto con la implementación de políticas públicas que consideren los factores antes mencionados, constituyen acciones fundamentales para enfrentar desafíos globales como el cambio climático, los sistemas de producción alimentaria que amenazan los ecosistemas, la pérdida del conocimiento sobre los alimentos tradicionales y los problemas de salud asociados a la alimentación inadecuada y deficiente.
Se sugiere que futuras investigaciones promuevan la sostenibilidad de los sistemas alimentarios y la inclusión de los saberes y prácticas locales, con el objetivo de mejorar el consumo de alimentos tradicionales y la salud de adultos que viven en comunidades rurales.
Una limitante de esta revisión se considera que, de acuerdo a la metodología utilizada, es el uso de cinco bases de datos, lo que pudiera sesgar algunos estudios en zonas rurales a nivel mundial. Con relación al consumo de alimentos en zonas rurales son pocos los estudios que integran especies no convencionales, los cuales pertenecen a la agrobiodiversidad y que son necesarias rescatarlas, protegerlas y consumirlas dadas las propiedades benéficas para la salud que presentan, además de su fácil acceso.
La autora MMV (CVU: 1017778) y el autor NMS (CVU: 1040696) agradecen a la Secretaría de Ciencia, Humanidades, Tecnologías e Innovación, por la beca otorgada para cursar el Doctorado en Psicología con Orientación en Calidad de Vida y Salud en el Centro Universitario del Sur de la Universidad de Guadalajara, en cuyo marco se desarrolló esta investigación y forma parte de la tesis doctoral de MMV.
Los autores declaran que no existen conflicto de intereses en relación a este trabajo.
Recibido: 12/05/2025
Aceptado: 29/07/2025